Sentencia de un juzgado que condena al Sergas a indemnizar con 60.000 euros a unos padres por la muerte de su hija de 3 años, al confundir el diagnostico de gastroenteritis vírica con bacteriana.
La expresión “llanto sin lagrimas” se me quedó grabada como la metáfora del sufrimiento infantil. Aparecía escrita en el informe de exitus de una pequeña de tan solo tres años en un hospital de área adonde fue trasladada de urgencia desde un hospital comarcal.
Tal era su estado de deshidratación tras una diarrea de cuatro días de evolución que ni líquido en su cuerpo le quedaba para unas lágrimas. Esa frase y su fallecimiento a las pocas horas con el intestino perforado nunca lo olvidaré.
Un viernes había quedado ingresada por una diarrea de 48 horas de evolución, con el diagnóstico de gastroenteritis vírica. La pediatra de guardia no se cuestionó que pudiera ser producida por una bacteria, a pesar de los restos hemáticos en las heces.
Así estuvo 36 horas sin ninguna prueba analítica, ni ecográfica y ni tan siquiera controlaron la diuresis. Cuando se cuestionó el diagnóstico inicial y se dio cuenta de que se trataba de una infección por la bacteria E. Colli, con sospecha de SHU, ya era demasiado tarde.
A pesar de los denodados esfuerzos y del encomio de todo el equipo de profesionales sanitarios del hospital de área, nada pudieron hacer por salvar su vida, dado lo evolucionado del cuadro que sufría.
El juzgado considera que hubo una pérdida de oportunidad que indemniza por importe de 60.000 euros. El dinero no era lo más importante pues el daño no lo repara ni el triple, sino la satisfacción por el reconocimiento del error, aunque nadie se disculpase.
Esperemos que el fallecimiento de esta pequeña, hija única de unos padres desconsolados, no quedé en vano. Pues la mayor desgracia que puede ocurrirle a una familia es el fallecimiento de un niño, pero la peor desgracia de un sistema sanitario es que no aprenda de sus errores para evitar que se repitan.