Cuando una huelga es la única opción para exigir un sanidad pública de calidad.
Hace aproximadamente un año publicaba en La Voz de Galicia una tribuna del opinión sobre las razones de una huelga de médicos al margen de los sindicatos.
Aquí el enlace:
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/2017/03/15/medicos-plantean-ir-huelga/0003_201703H15C6993.htm
La historia se ha vuelto a repetir a cuenta de la reivindicación de los facultativos del servicio de obstetricia y ginecología del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña de un tercer facultativo de guardia, de más tiempo de consulta, de menos precarización, de más transparencia en la gestión y de más diálogo en la organización.
No pedían trabajar menos o cobrar más, sino trabajar mejor cobrando lo mismo. No pensaban en ellos mismos sino en sus pacientes, al denunciar, a través de la convocatoria de la huelga, unas deficiencias asistenciales que comprometían la seguridad clínica e impedían desarrollar una medicina acorde a los protocolos y a las recomendaciones científicas.
Han puesto el dedo en la llaga, en la herida de un sanidad pública que sufre una enfermedad que es producto de ese afán por hacer "más con menos", es decir, de primar la cantidad sobre la calidad, de exprimir los recursos sanitarios, cada vez más precarios, convirtiendo al médico en un máquina insensible al desaliento, y al paciente en un número, en una cifra.
La huelga es el único camino que a veces queda para que un empleado público sea escuchado. El gestor de turno, cada vez más politizado, sólo reacciona cuando las reivindicaciones salen de los canales habituales, de esos que controla desde procedimientos abocados en la mayoría de las ocasiones al silencio administrativo.
Ante esa coyuntura la clase médica tiene, como aquella película de los años 80, dos opciones: evasión o victoria. Evadirse de la realidad sanitaria que le asola, dejarse llevar e intentar cumplir su trabajo sin rechistar. O rebelarse ante el establisment, plantar cara ante la pauperización de la sanidad e ir a una huelga, lo que ya es una victoria frente al acomodamiento.
Lo segundo trae consigo presiones, amenazas más o menos veladas y disensiones con los poderes fácticos encargados de ofrecer una apariencia de normalidad. Cuando el conflicto se hace público -o viral, como se dice ahora- se encienden esas alarmas que pretender silenciar con su ruido mediático la verdad de lo que acontece.
Eso es lo que ha pasado. Finalmente la huelga terminó con un acuerdo que mejorará la asistencia. Quizás no sea el mejor de los acuerdos, pero es el acuerdo de una doble victoria. La de quienes han conseguido mejorar la dotación de recursos sin perjudicar con su paro a los pacientes, pero también la de quienes han aguantado las presiones para impedirlo.
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