…o por qué algunos no quieren verlo y plantean demandas y recursos contra la venta del Banco Popular.
Desde la tan comentada venta del Banco Popular por un euro hasta hoy mismo han sido varios los que han alentado la creación de plataformas de afectados para movilizar la insatisfacción (cuando no la desesperación) de quienes han perdido parte de sus modestos ahorros, invertidos en las acciones de una entidad que ya entonces se tambaleaba financieramente.
A rebufo de los grandes inversores institucionales (esos que perdieron sólo una parte de su ingente fortuna) los pequeños accionistas, sugestionados por el ruido mediático de recursos a las más altas instancias, intentan llevar sus demandas por un camino que no es el suyo, pues supone tanto como matar moscas a cañonazos; muy efectista pero muy poco efectivo, salvo para mayor gloria de su artillero legal.
La guerra de las grandes fortunas y de los fondos que invirtieron millones de euros en acciones del banco que ahora no valen nada, así como sus dueños originales (la Sindicatura, que movió con sigilo los hilos de un banco que fue rentable hasta que cometió el mismo error que muchas cajas de ahorros), es otra; su baza no puede estar en un error propiciado por la falta de información/formación contable.
Por eso sacan toda la artillería legal, para anular la venta y recuperar el control del banco ¿Realmente al pequeño inversor le interesa esa “guerra”? Yo entiendo que no, más que nada, y siguiendo con las metáforas bélicas, porque puede morir por el fuego amigo. Es decir, que se enzarcen en una interminable batalla legal que les haga perder el camino que le es propio: la acción de nulidad por falta de información fidedigna.
Esas plataformas debería movilizarse en otra dirección, que es individual y no colectiva, pero con la paciencia y la sensatez que conlleva tener que analizar caso por caso, pues cada accionista llegó a serlo por caminos muy distintos: conversión de sus bonos, canjes obligatorios, oferta pública… Y actuar en ejercicio de la acción de nulidad, bien del producto original (preferentes, bonos), bien de la propia compra.
“Platform” (término inglés con la misma etimología francesa que plataforma) significa andén. El tren legal de los pequeños inversores no es el mismo que el de las grandes fortunas, sino otro que todavía está por llegar al andén, pero que sin duda alcanzará más rápido su destino que aquel otro que ahora se apresuran a coger y, especialmente, con mucho menos riesgo de que termine descarrilando.
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