Sentencia que anula la sanción de suspensión de funciones impuesta a una facultativa del Servicio Vasco de Salud que fue agredida por una compañera.
Kafka es uno de mis autores preferidos. Su obra “El Proceso” leída en mis lejanos tiempos de estudiante de Derecho me sumió en el claustrofóbico mundo de la justicia, ese que ahora como abogado afortunadamente puedo ver con otros ojos.
Este ficticio laberinto procesal a veces es real. Lo fue no en instancias judiciales, sino a administrativas, por mi clienta, que como el protagonista de la novela vivió una experiencia kafkiana.
Después de ser agredida por una compañera en su puesto de trabajo de un hospital público, y denunciar internamente ese hecho, la Dirección le abrió un expediente disciplinario por decir que su agresora estaba enferma.
Y claro que lo estaba, además la Dirección lo sabía, y en lugar de tomar medidas para preservar la seguridad de quienes compartían trabajo con alguien inestable psíquicamente, miraron para otro lado, y decidieron imponer una sanción de 14 días a la agredida (y de un 1 mes agresora).
Ni Salomón estaría conforme en esa decisión injusta de sancionar a ambas, como si la culpa del bofetón también fuera de quien lo recibió, por atreverse a decir lo que todo el mundo sabía, que su agresora estaba enferma.
Afortunadamente el Juzgado de lo contencioso-administrativo de Doností ha dictado una sentencia que estima nuestro recurso en un doble sentido; primero al considerar que las notificaciones se realizaron defectuosamente, lo que sirvió al Osakidezta para inadmitir nuestro recurso de alzada (otra vez Kafka por medio).
A pesar de que nuestra clienta comparecía en el procedimiento con representante, dando su domicilio para notificaciones, Osakidetza decidió notificar a nuestra representada directamente, obviando el mandato legal que obliga a hacerlo al representante.
Y segundo para anular la sanción porque no se puede considerar una desconsideración grave a una compañera decir que está enferma, cuando esa es la realidad, en el contexto además de la tensión de una agresión sufrida precisamente por quien padece una enfermedad.
Puede parecer que la sentencia era la esperable. Les puedo asegurar que aun con la seguridad en mis argumentos, sólo hasta que recibí esta magnífica sentencia puede respirar aliviado y pensar que el procedimiento administrativo había sido una pesadilla de la que despertamos a tiempo.