Acuerdo judicial por el que se indemniza a nuestra clienta por el despertar en medio de una intervención quirúrgica debido a un fallo de la anestesia y la ausencia del anestesista.
La obra “El grito” de Edvard Munch ilustra perfectamente la angustia de quien en medio de una intervención, boca abajo, se despierta, oye, pero no puede moverse ni hablar… un grito mudo.
Eso le pasó a nuestra cliente durante una intervención programada en un hospital privado. Al entrar en bradicardia por la tensión y pasados unos minutos se percataron del error con la administración del propofol y volvieron a anestesiarla correctamente,
El tremendo shock le produjo un stress postraumático que le obligó a tratamiento con psicoterapia y fármacos durante un año, recuperándose con dificultad.
Entre un error de la maquina y un error humano se presumió el segundo, al no querer el hospital informar de cuántas intervenciones tenía programadas el anestesista ese día.
Cuando el juzgado les apremió con la respuesta ahí su compañía aseguradora se avino a negociar, abonando finalmente todo lo reclamado en nuestra demanda como principal indemnizatorio.
El anestesista tiene que estar presente durante la intervención para controlar la monitorización del paciente. Lo contrario es mala praxis, aunque viniera inducida por una organización hospitalaria que exprime los recursos humanos.