Comparto uno de los 89 capítulos de mi libro recientemente publicado "La soportable gravedad de la toga". Un mensaje de optimismo para estos infectos tiempos.
Desde niño mis padres me inculcaron el valor del esfuerzo y la capacidad de resistir ante situaciones adversas, eso que ahora llaman resiliencia, palabra muy invocada en los últimos tiempos quizás porque estamos faltos de ella o porque precisamos de una mayor dosis en esta sociedad tan convulsa.
Ayer viendo la zona 0 del 11-S (aquí llamado 9/11) lo que más me llamó la atención, más que el vacio dejado por las desaparecidas torres gemelas con dos fosos de paredes formadas por unas cortinas de agua, más que la visión en todo el perímetro de los nombres de los casi 3.000 fallecidos, algunos con una rosa blanca en homenaje porque hoy sería su cumpleaños, más incluso que el semblante serio de quienes permanecían con la mirada perdida por el recuerdo de aquel fatídico día, lo que me produjo una honda impresión, hasta casi estremecerme, fue el llamado Survivor Tree, un renacido peral que a escasos metros de la torre Sur sobrevivió al atentado, no sin heridas. Pero tras ser recuperado volvió a su lugar, siendo un símbolo para esta ciudad como ejemplo de que incluso ante los peores golpes, cuando besamos la lona de nuestra vida, hay que mantener la fe en nosotros mismos, para levantarse y seguir luchando.
No es fácil en nuestra profesión hacer gala de esa tenacidad cuando parece que todo se tuerce, que los clientes no llegan o que lo que llegan son malas sentencias. Pero la naturaleza humana está preparada para superar reveses peores, porque tiene esa capacidad de adaptación que llevamos grabada en nuestro ADN como en su momento teorizó Darwin. Cuestión distinta es que una sociedad más cómoda que la de nuestros padres y mucho más que las de nuestros abuelos, nos haya ablandado el carácter, al menos en el mundo occidental.
El mejor ejemplo de esa capacidad que se nos supone la vi anoche cuando regresaba al hotel. Caminaba por la calle 57 y mientras cruzaba la Sexta avenida venía de frente un hombre oriental que con dificultad empujaba el carro de un puesto de comida ayudado por quien debia ser su hijo, un niño de unos 8 años. En esto que se ven obligados a pararse por la irrupción, sin respetar el semáforo, de una pandilla de jóvenes que en sus bicicletas atravesaban el paso de peatones a toda velocidad esquivando a los petrificados y asustados transeuntes.
Cuando conseguimos reanudar la marcha me giré para ver de nuevo al hombre oriental y a su hijo, comprobando como el pequeño se doblaba para empujar con más fuerza aquel carro que posiblemente fuera el sustento de la economía familiar.
En ese momento hice mirar la escena a mis hijos y les dije: "fijaros como pasa ese niño sus vacaciones, ayudando a su papá, si se aplica igual en los estudios llegará muy lejos". Para añadir, pues no quería que sonase a reproche ya que ellos se esfuerzan lo suyo: "es un ejemplo para cualquiera".
Y a fe que lo es, como lo fue la historia de superación personal de mis padres tras una guerra civil que destrozó España, o la historia de supervivencia de mis abuelos en una Galicia rural tan pobre como los paises de donde escapan los inmigrantes de hoy en día.
Resiliencia etimológicamente significa "volver de un salto, resaltar, rebotar", es decir, aprovechar los fracasos para reinventarse, para obtender nuevas oportunidades redoblando esfuerzos, utilizando la inercia de un golpe para volver al origen, pero más resistente, porque si de los errores se dice que se aprende, de los fracasos más; lo que no te mata te hace más fuerte (aunque la versión original de esta frase fuese otra[1]).
Hace ya muchos años, tantos que ni quiero acordarme, sufrí un revés profesional importante al perder un trabajo que era la principal fuente de mis ingresos, justo cuando empezaba a construir un proyecto familiar con mi primera hija en camino. No es que hicera algo mal, de hecho el despido fue calificado como improcedente, sino que fui la víctima propiciatoria de las luchas internas y de los favores personales de un colegio profesional al que prestaba asesoramiento jurídico. Aquello me frustró terriblemente, pero al cabo de unos días tomé la determinación de seguir mi camino con mayor convicción si cabe en mis posibilidades, y lo que inicialmente fue un revés se convirtió luego en un trampolín profesional por ese deseo por demostrar que mis capacidades estaba muy por encima de las de quienes las cuestionaron. Y el tiempo, más que una sentencia de despido, me dio la razón.
[1] Fiedrich Nietzshe dijo: "lo que no te mata te hiere de gravedad, y te deja tan apaleado que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece". Eso se llama resignación; resiliencia es reasignar tu destino, reprogramar tus proyectos, reactualizar tus objetivos.
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