Titular ayer en La Voz de Galicia: "Los colegios médicos de toda España urgen la reforma de la Ley de Incompatibilidades". Alguien no está bien informado.
Dice la noticia que los colegios de médicos afirman que esta legislación de incompatibilidades ha penalizado el ejercicio privado de la medicina, ya que obliga a los médicos a renunciar a un complemento específico. Eso no es cierto.
Lo que obliga a renunciar a ese complemento es la regulación autonómica del mismo, que en Galicia, uno de los últimos reductos de ese talibanismo regulador, lo vincula a la actividad en exclusiva para el sector público.
La mayoría de los servicios de salud, sin necesidad de cambiar la Ley de Incompatibilidades, ya ha regulado dentro de sus competencias propias ese complemento de modo que puedan percibirlo incluso quien compatibiliza pública y privada; sin ir más lejos Castilla y León.
Obviamente, la Ley de Incompatibilidades lo que hace es impedir que un empleado público sanitario atienda en el ejercicio privado de su profesión a pacientes del servicio de salud, por ejemplo en la medicina privada concertada.
Una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, apartándose de una jurisprudencia consolidada del Tribunal Supremo, ha matizado -de forma razonable- que es compatible que el médico trabaje en la privada concertada si su especialidad no está incluida en el concierto.
Pero una cosa es la compatibilidad de puestos y otra muy distinta la regulación del complemento específico, que nació para retribuir la singularidad, especial dedicación, penosidad y peligrosidad del puesto de trabajo.
Sin embargo, el SERGAS se resiste a modificar esa regulación que permitiría cobrar a los médicos sin actividad exclusiva en el sector público unos 600 euros netos más al mes, a diferencia de sus colegas de otras comunidades autónomas.
Lo contábamos en LA VOZ DE GALICIA hace ya 11 años en una tribuna titulada "Ser o no se de la dedicación exclusiva". Aconsejo su lectura, sobre todo a los presidentes de los Colegios de Médicos, que no se han enterado a quién tienen que dirigir sus reclamaciones.
Por eso debemos utilizar la misma coletilla que aquella famosa frase de Bill Clinton a George Bush padre, "The economy, stupid" (cuya traducción no es estúpido, aunque suene similar), o más en castellano castizo, no confundan churras con merinas.
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