Autor del best seller "Do no harm" (en español "Ante todo no hagas daño", editado por Salamandra), Henry Marsh es un prestigioso neurocirujano inglés que, en el epílogo de su carrera profesional en el National Health Service, hace memoria no tanto de sus éxitos profesionales -que fueron muy numerosos- sino de sus fracasos.
Autor del best seller "Do no harm" (en español "Ante todo no hagas daño", editado por Salamandra), Henry Marsh es un prestigioso neurocirujano inglés que, en el epílogo de su carrera profesional en el National Health Service, hace memoria no tanto de sus éxitos profesionales -que fueron muy numerosos- sino de sus fracasos.
Su obra resulta un acto de expiación, una anatomía del error quirúrgico y un intento de responder desde la experiencia a la pregunta de cómo ser mejor médico. En los 25 capítulos del libro, titulados con el nombre de sendas patologías, Marsh hace un recorrido por los casos que marcaron su trayectoria como médico y también como persona.
Reconoce que la comunicación con el paciente a veces se limita a un documento de consentimiento que ni lee porque intenta sobreponerse al miedo atribuyendo al médico habilidades sobrehumanas. El problema es que en ocasiones es que puede convertirse en una especie "folie a deux" en la que ni médico ni paciente son capaces de aceptar la realidad.
Explica cómo a los médicos les cuesta admitir los errores, tanto ante ellos mismos como ante los demás, y recurren a toda clase de medios para ocultarlos, y aunque se trabaja en una "cultura libre de culpa" se hace muy difícil conseguirla. Y cuando las cosas salen mal a menudo se consuelan con el argumento de que todo es más fácil a posteriori.
En España esa cultura no está implantada, ni en el acervo médico ni en ámbitos jurídicos. El error, que suena parecido a horror, tiende a eludirse, cuando no a ocultarse, por el miedo a la demanda, la condena o el descrédito profesional. Y a esto contribuye también que no se haya implantado un auténtico sistema de notificación de errores.
Aunque tenemos base legal en la Ley 16/2003, de cohesión y calidad del Sistema Nacional de Salud, cuyo artículo 59.1, e) alude a la creación de un “registro de acontecimientos adversos", del cual ha surgido un Sistema de Notificación y Aprendizaje para la Seguridad del Paciente (SiNASP), éste no responde a los estándares europeos.
La Recomendación del Consejo de Europa de 9 de junio de 2009 sobre seguridad de paciente pretende un sistema notificación de errores que blinde la posición jurídica del notificante de toda represalia tanto en la esfera laboral o judicial derivada de la notificación y que anime a los trabajadores sanitarios a informar de manera activa, creando un entorno de notificación abierto.
Pero el SiNASP no da esas garantías y tampoco contribuye a que haya un “feedback” de la información recabada, ni por tanto a aprender del error mediante la inspección y la revisión por pares, como promovía Karl Popper en un artículo publicado en 1983 en el British Journal of Medicine ("The Critical Attitude in Medicine: the Need for a New Ethics”).
Como puso de manifiesto George Steiner en una reciente entrevista el error es el punto de partida de la creación, porque si tenemos miedo a equivocarnos no podremos asumir los grandes retos. Si el error es inherente a la condición humana no debemos tratarlo con horror, sino como una oportunidad para aprender nosotros y para ayudar a aprender a los demás.
Pero para que ocurra hay que pasar de un enfoque personal del error a otro sistémico. El primero busca culpables; el segundo intenta localizar los fallos en los sistemas de trabajo, y no sólo los propiciados por el comportamiento humano sino también los denominados errores latentes. La idea no es cambiar la condición humana, sino las condiciones en las que la gente trabaja.
Sucede que en España no se dan las circunstancias para ese tratamiento del error, de ahí que si Henry Marsh fuera español posiblemente terminaría renunciando a ese reconocimiento público de sus equivocaciones, so pena de resultar incomprendido por sus colegas, desautorizado por sus superiores y abandonado por su seguro de responsabilidad.
Y ello a pesar de cumplir con el Código de Deontología Médica, aprobado en Julio de 2011 por el Consejo General de Colegios de Médicos, que en su artículo 17 .1 establece que "el médico deberá asumir las consecuencias negativas de sus actuaciones y errores, ofreciendo una explicación clara, honrada, constructiva y adecuada".
Quien piense que ese Código es un mero catecismo ético sin valor jurídico se equivoca, pues la Ley 44/2003, de ordenación de las profesiones sanitarias exige para estos profesionales "el cumplimiento riguroso de las obligaciones deontológicas" (art. 4.5), lo que supone dotarle de un valor jurídico nuevo, hasta entonces limitado a la intervención de los Colegios Profesionales.
Sin embargo, el Henry Marsh español, o Enrique Pantano (traducido literalmente), podría ser mejor cirujano pero encontraría grandes obstáculos para cumplir ese imperativo deontológico de comunicar el error, que también responde al principio bioético de no maleficencia, o como decía Hipócrates de que lo primero sea no hacer daño.
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