En las últimas semanas ha dado cuenta este diario de varias informaciones relativas a las quejas de grupos de consumidores de banca, en relación con las consecuencias gravosas para sus economías domésticas de productos comercializados bajo el nombre de swap o clip . La alarma surgió cuando lo que en principio se vendió como un seguro que pretendía evitar la repercusión de la tendencia alcista en el tipo de interés variable aplicado a los créditos hipotecarios, luego se demostró que producía el efecto contrario, es decir, evitaba que el consumidor se beneficiase de las bajadas de los tipos de interés.
En las últimas semanas ha dado cuenta este diario de varias informaciones relativas a las quejas de grupos de consumidores de banca, en relación con las consecuencias gravosas para sus economías domésticas de productos comercializados bajo el nombre de swap o clip . La alarma surgió cuando lo que en principio se vendió como un seguro que pretendía evitar la repercusión de la tendencia alcista en el tipo de interés variable aplicado a los créditos hipotecarios, luego se demostró que producía el efecto contrario, es decir, evitaba que el consumidor se beneficiase de las bajadas de los tipos de interés.
En puridad no estamos ante un seguro, sino más bien ante un contrato atípico y complejo de permuta financiera. Puede definirse como un producto derivado que da cobertura frente a las posibles subidas en los tipos de interés, muy utilizado en el mundo de las inversiones para cubrir carteras. Realmente se trata de un instrumento de alto riesgo que no está pensado para ir ligado a operaciones concretas, con la consecuencia de que obliga a la entidad financiera a pagar el diferencial si el tipo sube del nivel máximo fijado y al cliente a abonar la diferencia en caso de que el tipo baje.
La oferta de estos productos por la banca comercial se produjo masivamente entre los años 2007 y 2008, cuando la política monetaria del Banco Central Europeo mantenía unos tipos a niveles altos, pero se atisbaba ya en los mentideros financieros un cambio de tendencia ante la grave crisis financiera que empezaba a debutar con las hipotecas subprime . El consumidor lego en macroeconomía, quizás tranquilizado por las voces apaciguadoras de un Gobierno que negaba la mayor, aceptó un producto que le daba seguridad frente al incremento del precio del dinero.
Esa práctica bancaria desleal ha dejado en evidencia dos de los derechos de básicos de los consumidores y usuarios, uno referido a la información y la transparencia como premisa del inequívoco consentimiento en la contratación, y otro que impone el justo equilibrio en las contraprestaciones evitando cargas desproporcionadas para una de las partes. La incipiente jurisprudencia de audiencias empieza a dar la razón a quienes han instado la nulidad de esos contratos.
La conclusión es que estamos ante artificios creados para propiciar el error en el consumidor. Que el correctivo cunda.
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